Experimento: Desnuda en la playa por primera vez, solo por curiosidad.
Fue un día de julio del 2020 cuando el sol picaba fuerte en Ibiza, que no era la clásica isla de cada verano. Hacía poco tiempo que se había levantado el confinamiento por pandemia y en mi isla maravillosa había residentes y unos cuantos turistas convencidos que Ibiza era el sitio perfecto para sanar el impacto de lo ocurrido.
No suelo irme a la playa sola. Soy madre. Tengo horarios bastante señalados por la estructura de lo posible. Durante mucho tiempo, las horas de la mañana eran exclusivas del trabajo y las de la tarde, exclusiva para mis hijos.
No fue hasta esos meses, que el mundo me demostró que la ansiedad se puede adueñar de ti sin aviso, que decidí cambiar mis rutinas y empezar la búsqueda de nuevas opciones para lidiar con la novedad.
Dedicarme las mañanas fue como un grito de guerra. Era mi rebelión. Yo contra mí. Yo obligándome a explorar, mientras mi otro yo me exigía trabajar y dar lo mejor, así se sintiera difícil… Por no decir imposible.
Así fue como terminé a las 10 de la mañana en la arena del paraíso, viendo tetas y culos, mientras yo me tapaba y me avergonzaba de mi cuerpo. Aquí la gente venía a disfrutar, a sentir y a vivir. Y yo; yo estaba ahí peleando conmigo misma, encontrándome defectos y dejándome sorprender por una escena que ya debía ser habitual.
Digo que debía ser usual, porque tengo años en España y la desnudez aquí no es lo que significó para mí toda la vida. En estas playas de arena blanquecina y agua cristalina, el cuerpo es un medio para sentir y disfrutar.
Yo vengo de la cultura donde el cuerpo es para lucir y demostrar, pero paradójicamente, mostrarlo libre, es símbolo de lujuria y desfachatez.
Es difícil mostrarse desnudo y libre, en una cultura que venera la perfección. Sobre todo, cuando tu mente no para de repetir que no eres perfecta.
Ahora puedo decir que liberarse de la ropa, para quien viene de un entorno clásico, es un juego emocional. Concluí que para hacerlo tienes 3 etapas:
1. Te liberas de las creencias arraigadas que tienes
2. Sueltas el control y deja de importarte cómo te ven los demás
3. Dejas de escuchar cómo te juzgas
¿Quiéres saber cómo y por qué lo hice? Pues por simple curiosidad.
¿Qué se siente hacer las cosas solo por curiosidad?
Ese día, viendo a mí al rededor, y dándome cuenta de que la desnudez era tan normal para unos y tan desconocida para mí, no pude obviar ese pensamiento que me decía: ¿Qué se sentirá? ¿Por qué ellos lo hacen tan fácilmente y para mi representa algo tan complejo?
Solo por curiosidad decidí hacerlo y en ese momento los pensamientos de los kilos de más, de mi cuerpo raro y desforme y de lo que pensarían los demás, todo eso dejó de tener fuerza. No desaparecieron. Tampoco esperaba que por arte de magia ocurriera. Pero mi curiosidad tenía tanta presencia, que convertir cualquier pensamiento negativo en algo frágil.
Quería saber qué se sentía. Necesitaba saber si yo era capaz de hacerlo y conseguir superar la incomodidad. Eso hizo que pudiera aplazar todos mis juicios y darme una oportunidad para experimentar. En un entorno seguro la pelea la libras contigo mismo.
Me sorprendió todo lo que sentí. Excitación, vulnerabilidad, vergüenza, satisfacción, valentía. El silencio y mi soledad se dieron la mano y empezaron a verse de frente. Me sonreía a mí misma, porque en ese instante me di cuenta de que un simple acto de curiosidad me regaló algo que yo no sabía que existía dentro de mí: Aceptación.
Ese día me reconcilié con mi cuerpo. Acepté de donde vengo y quién soy. Acepté que esta situación no es algo que quiero vivir de forma habitual, no por incomodidad, ni por temor, sino porque me genera placer tener pedazo de mí oculto para la intimidad. Y eso esta bien. Me respeto. Se siente bien saberlo por experiencia propia.
Haberme expuesto también me regaló la sensación de logro. Pasado el tiempo, me sentí valiente y mejoró instantaneamente mi autopercepción. Esto es lo que yo veo como el principio del camino hacia nosotros mismos.
Ese día me di cuenta que la curiosidad, siempre trae una regalo. El asunto está en saber abrirlo y utilizarlo. Cuando lo haces, algo cambia. Porque no existen dos primeras veces para una primera experiencia, y las primeras impresiones importan. Son las que dejan una marca en el alma y un aprendizaje en la vida. Te lo dice alguien que se desnudó por segunda vez en público, y aunque fue bonito y también un gran aprendizaje, jamás fue tan revelador como la primera.